Este es un espacio dedicado al arte y a la arquitectura de todos los tiempos y en todas sus facetas.... Bienvenidos!!!

Práctica estudiantil

El trabajo de investigación que el estudiante debe realizar consiste en:

Identificar el proceso de instauración del modelo reticular en la ciudad hispanoamericana del Virreinato, determinando cuales son sus antecedentes, procesos correspondientes y ejemplos destacados.

[Formato de presentación; hoja carta, Arial 12, interlineado 1.5]

A continuación se proporcionarán enlaces de consulta como fuentes para realizar el trabajo:


- Diccionario o enciclopedia,  click aquí

 Normativa empleada en el Virreinato para la fundación de ciudades: 

Consulta las Leyes de Indias en el siguiente enlace

- Para acceder a un artículo especializado sobre el tema, click aquí 
- Imágenes de apoyo



Plano de Jaca


Plano Sante Fé de Granada


Representación ideal del Cusco incaico según un dibujante español. El ordenamiento espacial de la ciudad incaica aparece a un extremo de regularidad según el
ideal europeo del Renacimiento

Plano de Luján (Sucre)


San Ignacio Miní


Trazas regulares de América


- Conferencias y documentales







Arquitectura Hispanoamericana Virreinal


  • Resumen
La presente ponencia expondrá de manera general los momentos y ejemplos más resaltantes de la arquitectura virreinal en América del los siglos XVI, XVII y XVIII.

  • Introducción
América, con sus múltiples facetas y culturas milenarias, ha ofrecido un escenario para la realización de diversas manifestaciones arquitectónicas de connotaciones variables a partir de la conquista. Si bien lo heredado refleja la impronta de una España dominante, las distintas regiones  han aportado con resistencia o no hacia la transculturación, la cual por otra parte ya trae consigo siglos de haberse alimentado de las culturas que han dominado la península desde la misma Antigüedad. El resultado entonces conlleva un enorme sincretismo de una gran parte de los pueblos que han protagonizado la historia de la humanidad, respondiendo según sus condiciones a los nuevos programas americanos.
Para el estudio de la arquitectura bajo la dominación hispánica, Juan Torrejón Chaves indica que el periodo virreinal, abarca desde las primeras obras de los conquistadores de este siglo hasta la introducción de la estética del clasicismo dieciochesco[1], dividiéndose en dos etapas: la primera corresponde al conjunto arquitectónico de transición directa de lo ya experimentado en España hasta ese momento (siglo XVI), y la segunda está referida a programas arquitectónicos donde la presencia indígena transforma lo europeo y viceversa; el mestizaje (siglos XVII y XVIII).

  • Contenido
Arquitectura hispanoamericana del siglo XVI

Dentro de este siglo mencionamos algunos ejemplos paradigmáticos en las distintas regiones no pertenecientes a la América Nuclear[2] como ser: Caribe; la Catedral de Santo Domingo, La casa de Diego Colón, el hospital de San Nicolás de Bari (ya desaparecido casi en su totalidad), Nueva Granada; Catedral de Tunja, Quito; Conventos de San Francisco, Santo Domingo, San Agustín y La Merced.

Estas zonas con sus correspondientes ejemplos citados, se caracterizan por una debilidad cultural precolombina, lo que lleva a que la incursión de lo “español” se realice de tal manera como si se tratara simplemente de una extensión plana de la península ibérica, sin que el aborigen americano ponga resistencia alguna; como si se tratara de la España que creció en extensión sin obstáculos ideológicos, sencillamente dividida por un gran océano, el Atlántico.

Algunos de los elementos estilísticos pertenecen todavía al gótico, como ser los techos nervados de algunas catedrales; la de Santo Domingo expone aquello claramente. Lo renacentista se vislumbra en varios aspectos. El más resaltante es aquel que comprende el uso de los espacios que anteceden los templos religiosos; los llamados atrios y que en América cobran un programa mucho más pragmático que en sus referentes europeos, pues sirvieron útilmente a la catequización en masa de los indígenas a lo largo de toda la América española. Las influencias mudéjares y platerescas, son tan presentes en sus artesonados y medallones respectivamente, que son parte de  la unidad arquitectónica propia del virreinato de los primeros años.


De los ejemplos citados resaltamos algunos de ellos: La casa de Diego Colón o la del Almirante, con su arquitectura castellana, proyectada en dos plantas y con doble corredor en la fachada principal.





Casa de Diego Colón en Santo Domingo


El hospital San Nicolás de Bari, representa el ejemplo inicial de una larga tradición arquitectónica hospitalaria en el nuevo continente.

Los ejemplos de Nueva Granada, se caracterizan por la austeridad y modestia en su factura. Esto se debe a que se trataba de una zona marginal del imperio incaico, donde la modestia y austeridad se hacen presentes para controlar los excesos ocurridos en Nueva España (las grandes catedrales mexicanas).

En Quito, el convento de San Francisco se constituye en el ejemplo paradigmático del renacimiento en el nuevo continente, con su enorme atrio – plaza que le antecede y el cual es muy espacioso. Sigue estilísticamente al renacimiento italiano.

El segundo periodo del siglo XVI no recibe de manera sumisa y plana la cultura foránea, en cambio aporta con programas que no siguen a pie de puntillas la tradición arquitectónica española ya que son emplazados en zonas de larga y milenaria cultura, lo que llamamos la América Nuclear, que en su momento fueron muy progresistas y por lo tanto los requerimientos sociales resultan ser diferentes. Tal es el caso de las regiones mesoamericanas y sudamericanas, por lo que Nueva España y los Andes Centrales son los escenarios de dichas novedades espaciales.

Lo resaltante de lo acontecido en Nueva España se concentra en los prototipos de conjuntos conventuales y posteriormente las catedrales mexicanas.


Son tres las órdenes que establecieron la construcción de conventos-fortalezas (que como su nombre indica, tenían aspecto de ser espacios fortificados como lo eran los medievales): franciscanos, dominicos y agustinos. La tipología de estos se describe de la siguiente manera: conjuntos amurallados con un gran atrio anterior que antecede al templo, claustro y capilla abierta, el cual está flanqueado en las cuatro esquinas con capillas posas.


Esquema de la planta de un Convento – Fortaleza mexicano,  Siglo XVI

 La capilla abierta del conjunto conventual, se establece como un espacio al aire libre muy representativo de la Nueva España del siglo XVI, la cual servía para impartir la catequización de los indígenas y se ubicaba al lado de la fachada principal del templo. Ejemplos resaltantes son los conventos-fortaleza de Yuríria, Actopan, Coixtlahuaca, Acolman, Cuilapán, Huejotzingo, Actopan,  etc.



Video; capilla abierta

Las catedrales surgen a raíz de la expansión social, por lo que el templo metropolitano se ajusta a los programas urbanos que empiezan a surgir en toda la América hispana. El modelo que tienen como referente es el de la catedral de Jaén en España y su tipología responde a espacios formados por una nave central y laterales, antecedidas por un atrio amplio y la fachada se compone por un ingreso principal con dos torres a sus extremos.  Resaltan las de México, Puebla, Mérida y Pátzcuaro.

Esta última no llego a concretarse en su totalidad. Se trata de un proyecto sin precedentes que está formado por varias naves que forman una planta pentagonal de tipo central. Su concreción fue abandonada cuarenta años después del inicio de su construcción, quedando solamente una nave como testimonio del ambicioso proyecto.




Planta del proyecto de la catedral de Pátzcuaro 

[Para conocer más de la arquitectura novohispana del s. XVI, haz click aquí]

Hacia el sur de América, en los Andes Centrales, la incursión de las artes y la arquitectura propiamente dicha, se ha visto obstaculizada por las guerras fratricidas entre vicuñas y vascongados, por lo que los estilos europeos del momento como ser el manierismo, se vio interrumpido.

Cuzco y Lima son las sedes para las llamadas iglesias-salón, cuyas naves tanto central y laterales tienen la misma altura. Sus catedrales son muy similares entre ellas y responden a este esquema de iglesia, de planta rectangular y cabecera plana.

Otros ejemplos resaltantes de este lado del continente son el convento de Santo Domingo en Cuzco (levantado sobre el prehispánico Coricancha) y los conjuntos ceremoniales con atrios y posas de Callapa, Manquiri, Cocharcas, Jesús de Machaca y Copacabana en Bolivia.


Arquitectura hispanoamericana del siglo XVII y XVIII

Durante estos siglos, el paradigma colonial ha conseguido amigar tanto las estéticas indígenas como las europeas, dándose lugar al sincretismo que se ha servido según sus necesidades, de la estética barroca llegada de Europa. A propósito del Barroco, Henrich Wölfflin lo caracteriza con cinco rasgos: búsqueda del movimiento real, por el hecho de que se construyan edificaciones con paredes onduladas, intento de sugerir el infinito (espejos de agua de Versalles), importancia de la luz y de sus efectos, gusto por la teatralidad, por lo escenográfico y fastuoso,  tendencia a mezclar las disciplinas artísticas.[3]

Es evidente que esta caracterización corresponde en parte a un barroco europeo, el cual cabe agregar se distingue por la espacialidad dinámica de la planta circular, la cual hace posible la integración participativa e imparcial de los feligreses por tratarse del “estilo” de la Contrarreforma.

El barroco en América va a pasar por alto el concepto integrador social, ya que no es de su interés propiciar la igualdad. Lo que le interesa es catequizar en masa y para ello se servirá de lo teatral que genera y provoca la estética barroca.

Las características formales del barroco hispanoamericano serian entonces: decoración sobrecargada, policromía, formas poligonales y mixtilíneas (en fachada), uso primario de torres y cúpulas. La arquitectura andaluza marcará un gran referente  en el uso de las decoraciones en yesería, herencia musulmana. Las torres se elevarán de manera poligonal.

En México volvemos a mencionar el trabajo de las catedrales mexicanas como la de la ciudad de México y Puebla, ya que estas mismas no fueron concluidas en el siglo pasado; distintas intervenciones y remodelaciones durante los siglos XVII y XVIII,  inclusive entrado el siglo XIX,  se sucedieron generando el producto final de hoy en día, pero cuyo inicio se remonta al siglo XVI. En la de México por ejemplo, citamos a las portadas manieristas y con relieves barrocos como un ejemplo de este momento de mestizaje, sin olvidar que su construcción ya data del siglo pasado y que sustituyo un templo anterior que fue demolido cuando ya existía el nuevo. Otro ejemplo a destacar es la catedral de Morelia, de grandes dimensiones, cuya fachada y altas torres datan del siglo XVIII.


 


Video; Barroco en Nueva España


 El barroco de los Andes, el barroco mestizo, va a conjugar los aportes formales del barroco europeo con la personalidad indígena que gusta por lo exótico y formas redundantes. En Quito se encuentra uno de los ejemplos más sobresalientes del barroco mestizo; la iglesia de la Compañía, tallada en ladrillo, revestida de madera y con la tendencia mudéjar muy presente en su interior.  Encuentra su referente en la iglesia italiana y jesuita de Il Gesú.

En Lima encontramos al convento de San Francisco y la extraordinaria iglesia de lo Huérfanos, que resulta ser una excepción por su planta elíptica. El colegio de San Tomas se hace presente con su singular tipología manierista  de patio circular, que nos recuerda al palacio de Carlos V en La Alhambra de Granada.

Cuzco tiene los ejemplos siguientes;  convento de La Merced y la iglesia de La Compañía; arquitectura de proporciones cuadradas y ricas portadas. Esta ciudad experimentó una actividad artística importante entre los siglos XVII y XVIII, promovida por el obispo Manuel Mollinedo y Angulo.

La Plata, hoy Sucre, ha sido protagonista de la realización arquitectónica del siglo XVII en Bolivia, destacándose el complicado proceso de su catedral Metropolitana. Cabe destacar que lo mestizo en esta ciudad no es muy común en cuestiones arquitectónicas, al contrario de lo sucedido en Potosí con su ejemplo más póstumo: la iglesia de San Lorenzo y su rica iconografía de la fachada, así como también la torre de La Compañía, construidas en el siglo XVIII, el siglo protagónico de la Villa Imperial. Espadañas y torres se constituyen en elementos de remate empleados en estas ciudades.  San Francisco en la ciudad de La Paz es otra iglesia a la que hay que mencionar dentro del conjunto arquitectónico de uno de los aportes más significativos de la arquitectura hispanoamericana virreinal: el barroco mestizo.

  • Conclusiones
Entrado el siglo XIX con los procesos independistas, el complejo panorama colonial que había logrado aunar hasta cierto punto las culturas autóctonas y foráneas, quedará relegado por la incursión de la estética del neoclásico y el romanticismo, creando diferencias más hondas entre las elites y las masas indígenas quienes se identificarán plenamente con un barroco andino que paradójicamente fue construido  por el indígena y el español. La vuelta a las formas clásicas será sinónimo del nuevo horizonte que ha vislumbrado el  Iluminismo; un horizonte de saber y elegancia. Existe cierta tendencia a condenar el mundo virreinal  por su crueldad de sometimiento, pero al revisar con profundidad todos los matices, podemos reconocer que a su manera el mundo colonial no ha rechazado ni aniquilado las estéticas indígenas, las ha incorporado y reinventado a partir de lo “nuevo”  no tan nuevo, llegado del viejo mundo.

Para concluir mencionamos puntalmente los referentes arquitectónicos en los que se han basado los hechos arquitectónicos expuestos en América, a manera de rendir un homenaje a nuestras raíces que no son solo americanas, son también europeas: catedral de Jaén,  catedral de Granada y la iglesia jesuita de Il Gesú en Roma.


  • Algunos enlaces de interés






  • Bibliografía y Referencias

- GARCÍA MELERO, José Enrique (comp). (1992). Influencias artísticas entre España y América. Madrid: Editorial MAPFRE
- ALONSO PEREIRA, José Ramón. (2009). Introducción a la historia de la Arquitectura. Barcelona: Reverté.
- DE MESA José y GISBERT Teresa. (2002). Monumentos de Bolivia. La Paz: Editorial Gisbert
- FALCON MARQUEZ Teodoro. (1988). La iglesia Santa María la Blanca. Recuperado el 20 de agosto de 2014 en http://institucional.us.es/revistas/arte/01/07%20falcon.pdf
- Catedral de Jaén. La construcción de la catedral. Recuperado el 10 de agosto de 2014 en http://catedraldejaen.org/000001987210f0531/index.php
- Catedral de Valladolid. Historia de la Catedral. Recuperado el 10 de agosto de 2014 en http://www.catedral-valladolid.com/
- Catedral de Granada. Historia de la Catedral La construcción de la catedral. Recuperado el 10 de agosto de 2014 en http://www.catedraldegranada.com/index.php/historia-de-la-catedral
- Convento de la Encarnación. Recuperado el 10 de agosto de 2014 en http://www.artehistoria.jcyl.es/v2/monumentos/747.htm
- Cádizpedia. Catedral de Cádiz Recuperado el 19 de agosto de 2014 en http://cadizpedia.wikanda.es/wiki/Catedral_de_C%C3%A1diz


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[1] García Melero, José Enrique y otros; “Influencias artísticas entre España y América”, Arquitectura virreinal, Editorial MAPFRE, Colección 1492, Madrid, 1992. p.107
[2] Entendiendo por “América Nuclear” a aquellas zonas de características culturales similares y cuyas civilizaciones son propias y milenarias: Mesoamérica y los Andes Centrales
[3] Wölfflin, Henrich, Renacimiento y Barroco, Paídos, Barcelona, (1968) 2009

Nuevamente.. Bienvenidos

Este es un espacio dedicado al arte y a la arquitectura de todos los tiempos y en todas sus facetas.... damos la bienvenida a los estudiantes de la USFX en este blog. Esperamos que les sea útil para su conocimiento....... Bienvenidos!!


Documento Ciudad Hispanoamericana

Revisión sobre el proceso de construcción urbano hispanoamericano de los siglos XVII y XVIII.
Autor: Alberto Nicolini. Universidad Nacional de Tucumán. Argentina

Consulta haciendo click sobre este enlace:



Historia del vacío

Introducción


A lo largo de la historia de la ciencia hay una serie de cuestiones que han suscitado discusiones muy vivas. El vacío es una de ellas. Quizás porque ciertos conceptos –como el tiempo o como el vacío– afectan al cuadro general con que se aborda el estudio de la realidad. En cierto modo, son conceptos que aluden a los límites de la realidad: el tiempo, por ejemplo, no es directamente perceptible sino como parámetro del cambio. El vacío, por su parte, es el límite máximo en la rarificación de la materia, su ausencia.



Cierto que nuestra familiaridad con la cosmología de los inmensos espacios vacíos parece no plantearnos el vacío como problema. Aceptar que el espacio pueda estar vacío es lo más natural. Sin embargo, cuando en la física más reciente se teoriza con el fenómeno de la emisión de partículas por parte del vacío, o se postula que la emisión de partículas de un agujero negro la realiza el espacio vacío circundante, entramos sin duda en el reino de la paradoja, en ese límite de la realidad. Que el vacío, que es por definición ausencia de materia, emita materia es por lo menos sorprendente.



Estos dos ejemplos serían muestras de las dificultades que el concepto plantea. Y en la historia de la ciencia tales dificultades no son nuevas. De hecho, la moderna aceptación del vacío –que arranca básicamente del siglo XVII– tuvo que enfrentarse a una larga y muy sólida tradición contraria al vacío. El pensamiento tradicional no podía aceptarlo, entendiendo que sería un contrasentido dejar que lo que no es (el vacío) entrara en la consideración de las cosas existentes. O sea, que si la física es el estudio de lo existente, no cabe considerar aquello que propiamente no es, porque es la ausencia de las cosas.



Pero dejemos ahora esta derivación filosófica del problema y veamos sus hitos más importantes desde el punto de vista de la historia de la ciencia.



Horror vacui



La ciencia premoderna afirmaba que la naturaleza aborrece el vacío, haciendo de este horror vacui un principio absoluto

La fuente en que bebe la larga tradición contraria al vacío es sin duda Aristóteles. Éste, en el libro IV de su Física, aporta una argumentación exhaustiva contra el vacío. Los argumentos, más que científicos o empíricos, son de orden filosófico: el vacío sería sobre todo un concepto inconsistente. La refutación iba dirigida muy especialmente contra los atomistas, encabezados por Demócrito. Este atomismo antiguo, que postulaba que la naturaleza estaba formada por átomos (en este caso perfectamente sólidos e impenetrables) y vacío, es por su parte la fuente clásica de todas las corrientes que luego defendieron la existencia del vacío. Pero la postura dominante sería la de Aristóteles y el atomismo sería una corriente marginal.


No sólo Aristóteles alimentó el antivacuismo. También Platón, los estoicos y la mayoría de las escuelas antiguas contribuyeron a esa práctica unanimidad que alcanza hasta la Edad Media y la incipiente Edad Moderna. Bajo ese punto de vista unánime fueron interpretados ciertos fenómenos: por ejemplo, la succión que ejerce una ventosa, la dificultad en separar un fuelle si no se permite la entrada del aire, etc. Todas estas observaciones, acompañadas de rudimentarios experimentos, parecían demostrar que la naturaleza se resiste a tolerar la ausencia de aire; o sea, que la naturaleza aborrece el vacío. Hoy sabemos que tales fenómenos son efecto de la presión del aire circundante, de la tendencia natural del aire a expandirse y rellenar los recipientes a su alcance. Pero en la Edad Media estas pequeñas pruebas sirvieron para reforzar desde un punto de vista empírico algo que ya venía afirmado desde un punto de vista filosófico. Así fue acuñado el principio del horror vacui.



La aceptación moderna del vacío



Se debe especialmente a Torricelli y a Newton. El principio del horror vacui se convirtió en dogma prácticamente irrebatible hasta el siglo XVII. Es cierto que contra tal opinión dominante se contaba con el contrapunto de las opiniones atomistas y con el redescubrimiento de los tratados de pneumática de los ingenieros alejandrinos. En estos tratados, con una vocación claramente empírica, se abordaban los fenómenos de succión de líquidos, de la expansión del aire caliente, del funcionamiento del sifón, etc. En ellos se admitía al menos que el vacío era una excepción tolerable para la naturaleza. Y justamente la ciencia moderna nace con esta voluntad empírica y con la curiosidad por las excepciones. Es una investigación que al principio casi tiene el carácter de una “magia natural” –el estudio de las maravillas de la naturaleza–.



Estas dos fuentes, la doctrina atomista y el estudio de las curiosidades naturales, están en la base de los experimentos que en el siglo XVII conducen a la demostración empírica del vacío. El primero y más decisivo fue Torricelli (1608-1647): demostró que los efectos atribuidos al horror vacui eran debidos en realidad a la presión del aire. Estableció la equivalencia de esta presión con la altura que alcanza el mercurio en un tubo vaciado (ver figura 1). De 1644 datan estos experimentos barométricos.



La difusión en toda Europa de las experiencias de Torricelli animó a muchos otros científicos en la misma línea. Los más destacados fueron Pascal (1623-1662) en Francia, Boyle (1627-1691) en Inglaterra, y Guericke (1602-1686) en Alemania. A Pascal se debe la medida de las variaciones de la presión atmosférica según las condiciones climáticas y la altura; a Boyle se deben diversos estudios sobre la elasticidad del aire; y a Guericke se debe la construcción de la primera bomba de vacío y unas demostraciones que por su espectacularidad se hicieron famosas (ver figura 2).



Pero esos apuntes empíricos fueron muy discutidos por la gran mayoría de los grandes científicos y filósofos de la época. Descartes, por ejemplo, insistía en la necesaria presencia de una materia sutil en las zonas supuestamente vacías. El rechazo al vacío seguía pesando como opinión muy enraizada. Faltaba la culminación teórica de la aceptación del vacío. Ésta se produjo con Newton (1642-1727), gracias a su revolución en las concepciones de la física y muy particularmente a su cosmología de la gravitación universal. Esta cosmología establecía que a través de los inmensos espacios vacíos cósmicos la atracción gravitatoria regulaba de modo preciso los movimientos planetarios. Antes de Newton el vacío era a lo sumo una excepción tolerable; con Newton el vacío se hizo componente imprescindible en la configuración del cosmos.



Entre 1644 (fecha de los experimentos de Torricelli) y 1687 (fecha de la publicación por Newton de sus Philosophiae naturalis Principia mathematica) habría que situar el período crucial de la aceptación moderna del vacío.


El universo se hace cada vez más vacío

La física newtoniana, con su afirmación de los inmensos espacios vacíos, encontró al principio arduas resistencias –y uno de los puntos más sensibles en las polémicas fue éste del vacío–. De hecho la física newtoniana no se impondría hasta mediados del siglo XVIII. Su victoria simboliza la aceptación de la imagen del cosmos que hoy nos es más popular. Pero conviene recordar que esa imagen es absolutamente contraria a las anteriores: antes el mundo era pleno y compacto; después de Newton el mundo era en su mayor parte vacía.

En cierto modo, la historia de la física a partir de Newton puede verse como una conquista progresiva del vacío. Ya Bentley en 1693, siguiendo las indicaciones de Newton, había calculado que en el sistema solar los espacios vacíos ocupan un espacio 8,575 . 1017 veces superior al ocupado por la materia. La proporción de materia es, pues, insignificante frente a la enormidad de vacío. Pero ese cálculo todavía tenía en cuenta una materia considerada como algo compacto.  
Luego la materia misma se ha diluido en el vacío. Antes los átomos eran considerados como corpúsculos perfectamente plenos y compactos. Con el popular modelo del átomo propuesto por Rutherford (1910), donde los electrones giran en torno a un núcleo a unas distancias relativamente enormes, el vacío se hace dueño del átomo. La proporción de vacío se convierte en superlativa. 

De este modo, el mundo circundante –el de las materias aparentemente compactas– y la totalidad del universo –con unos cuerpos celestes situados en un inmenso vacío– pueden verse como un gran queso de gruyere con unos agujeros enormes, tanto a nivel micro como macroscópico. Y si a ello añadimos la dinámica del alejamiento progresivo de las galaxias, resulta que la proporción de vacío crece contínuamente.



La realidad, ¿es una emanación del vacío?

En esa larga búsqueda de los componentes últimos de la naturaleza, el vacío ha ido ganando protagonismo. Pero ese vacío no es sólo un componente de la realidad, yuxtapuesto a otra cosa –la materia– que sería el no-vacío.

La revolución teórica y práctica sufrida por las ciencias físicas en este siglo ha mostrado que la separación entre materia y no-materia (vacío) no es un límite insalvable, que la relación entre ambos términos es profunda. Por una parte, Einstein nos enseñó que la masa podía transformarse en energía (según la famosa ecuación E=mc2); por otra parte, la mecánica cuántica condujo al modelo del comportamiento dual onda / partícula. Los dos lados de la realidad dejaron, pues, de ser compartimentos estancos.

La definición hoy aceptada del vacío recoge esta ambigüedad: entiende que el vacío es una fluctuación de campo de pares de partículas-antipartículas, fluctuación de media nula. Eso explicaría que una alteración de esa fluctuación diera como resultado la “paradoja” de la emisión de partículas por parte del vacío. Son fenómenos que han sido detectados en el laboratorio y que se confirman en la paradoja de la emisión de partículas por parte de un agujero negro, emisión en principio inesperada por cuanto un agujero negro es una concentración gravitatoria de tal intensidad que no deja escapar de sí ni a la propia luz.

Esta paradoja del vacío como emisor de partículas señala un paso más en la comprensión de los límites de la realidad. Esta ya no se compone de dos ámbitos, vacío y materia, perfectamente independientes. La visión premoderna negó uno de esos componentes, el vacío; el siguiente paso fue admitirlo como componente posible, pero como simple contrapunto inerte de lo existente. El último paso ha sido poner en relación los dos ámbitos aparentemente contradictorios.

Es así que el vacío viene a confundirse con el substrato subyacente a la manifestación de la realidad. Del inicial horror al vacío, visto éste como el reverso imposible de lo existente, hemos pasado a integrarlo como fondo último. El límite ha sido traspasado; el espejo ha sido traspasado en busca de su reverso.

(extraído de: http://www.editorialsunya.com/mundo.html#universo)