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El arte, desde la mirada del dadaísmo

Texto extraído del articulo ¿Alguien sabe qué es el arte? de Marta Zatonyi

Desnudo bajando por la escalera de Marcel Duchamp (1912)

" Las fronteras entre el sublime, lo orgánico, la locura, y los permanentes embates contra el mismo lenguaje, no son sólo horadadas sino también móviles, sinuosas, imprevisibles.

El dadaísmo deambulaba, con violencia, entre estos factores. Su programa era experimentar este costo, mientras su estética se basaba sobre la permanente provocación y agresión, sus propuestas se caracterizaban por actitudes ilógicas y absurdas, constituyendo una manera de ser provocativa, amalgamada de tonos lúdicos y sarcásticos. Pero detrás de estos modos y actitudes tan particulares, erguían el enojo y el pánico. Los dadaístas fueron los asustados y enfadados hijos de la guerra y de un camino una vez construido con fe y confiado como proyecto, pero que finalmente condujo a terribles calamidades. Si bien este movimiento se expandió de su nativa Europa y fue adaptada en otras latitudes también, tiene voz propia sólo donde había guerra o donde se afincaron los que huyeron de ella.

No había sagrado que valga. Todo cayó bajo el piquete demoledor de su sarcasmo y de su furia. Todo sobre lo que supusieron justa o injustamente que podía haber sido partícipe de aquella situación demencial que era la guerra. En este caso de nuevo surge el peligro de atravesar los límites que se trazan entre la cultura, sus leyes, sus grandes aciertos y sus grandes errores (considerando que la cultura es todo aquello que el hombre creó, construyó, inventó) y lo real natural, sea interno o externo del humano.

Mientras aquellos artistas y teóricos, guiados por la ira destructora y por el odio de la desilusión, con justa razón se arremeten contra el arte cuyo objetivo es ocultar la tragedia por una belleza hipócrita y vacía, y trocar el compromiso humano por el delirio de la grandeza, esta misma desesperanza puede ser un caldo de cultivo de una renuncia esterilizadora.”

Las innovaciones dadaístas se posesionan en esta frontera tan frágil y peligrosa entre nuestro mundo y lo que ya es sólo y exclusivamente pulsional y orgánico, los actos públicos, los gestos creativos.

El gran valor de su estética y del conjunto de su obra reside en que a pesar de esta contingencia y amenaza inherente, habían logrado reencauzar su creación hacia nuevos horizontes artísticos e ideológicos. ¿Quién podría pensar en el arte contemporáneo sin este peligroso y sorprendente accionar del dadaísmo? "