El nuevo mundo no fue fecundo en nuevas propuestas utópicas (después de las misiones jesuíticas en la Argentina, Colonia Cecilia y los dos falansterios fouriristas de San Francisco (Saí y Palmital), en Brasil, y otros experimentos hijos del socialismo utópico en Paraguay y Perú); concordantemente, las vanguardias latinoamericanas del veinte y treinta –surrealistas incluidos- tampoco demostraron atracción por el componente utópico.
Pero habrá de ser en el campo de las artes plásticas donde surjan visiones y mundos utópicos realmente originales y distanciados de la mirada europea. Xul Solar, en Argentina, desde finales de la década del diez hasta su muerte, en 1963, desarrolló y perfeccionó una concepción utópica que debe leerse tanto en sus obras pictóricas como en sus escritos… en sus obras pueden visualizarse trazos cubistas, vibraciones futuristas, articulaciones dadaístas, y hasta coloraturas kleenescas con mayor intensidad que resabios surrealistas.
El desarrollo teórico de la cuestión de las imperfecciones del cuerpo humano y de la necesidad de crearle partes -natural o artificialmente- corre por cuenta de Xul en dos escritos fundamentales, pero ambos textos son predichos y sucedidos por un abundante iconografía que ilustra lo que el artista visualiza.
En 1915 Xul pinta una serie de obras que tienen como temática central a los ángeles, posiblemente en una etapa de su derrotero místico. Todas tienen características comunes: caras poco angelicales o tenebrosas, aureolas que se convierten en cascos transparentes, patas adicionales. Anjos es la más llamativa porque las figuras presentan rostros resueltamente demoniacos y las más pequeñas sostienen una suerte de patas de rana sobre el abdomen de sus compañeras, produciendo el efecto de dos pares de piernas, unas terrestres y otras anfibias. Las manos de las mayores se han convertido en lámparas que despiden una llamada iluminadora del camino. En Manifeste, de 1927, las figuras humanas sirven de mástiles vivientes para las enseñanzas de varias naciones -entre ellas, las de Argentina y Brasil- y los Dos mestizos de avión y gente, de 1935, dan alas al imperfecto y desadaptado cuerpo humano.
A esa idea de que la evolución -natural o artificial- no debe satisfacer solamente a lo estrictamente necesario parece responder la obra Ña diáfana (1923) donde se proyecta una mujer completamente transparente, en cuyo cuerpo, y a simple vista, puedan admirarse los órganos internos. Práctico para la detección de anomalías y el sueño de los hipocondríacos.
Es interesante prestar atención a los títulos que Xul pone a dos de sus obras de 1946: Casi plantas y Rocas ya vivas. Está claro que el artista visualiza un proceso pacífico de conversión de hombres en rocas, ya concluido, y de hombres en plantas, todavía en camino.
Casi Plantas - 1946 + Rocas Lagui - 1933
La ciudad ha sido considerada la arena de la detonación modernista; espacio (la ciudad), objeto (la maquina) y deseo (la utopía) han funcionado como la tríada caracterizante de la vanguardia y la ciudad ha sido calificada como el escenario donde se desarrolla el espectáculo cuya audiencia es el mundo entero.
A contrapelo de las predicciones, Xul imagina sus mundos con una población muy escasa. Dos razones pueden haber motivado esta idea: que la raza humana fuese ya una rareza, por cruzamientos con otros reinos (País rojo teti, 1949) o que lo que reflejan sus obras sea la parte de la humanidad que, por elevación espiritual, habite en otros cuerpos del espacio.
País Rojo Teti - 1949
Para conocer más sobre la obra de Xul Solar, visita la página del museo: http://www.xulsolar.org.ar/xulobras.html
- Texto recopilado y adaptado de: La Utopía Latinoamericana: Xul Solar, Matta y Lam de May Lorenzo Alacala. Fundación PAN KLUB - Museo Xul Solar